Ahí estaba, contemplándole una vez mas en medio de aquella inmensidad que le tenia intranquilo, muy por el contrario de lo que ella solía causarle cuando estaba ahí, callada y eterna, memorable, adorada, perfecta en su imperfección, amante en su indiferencia, en su silencio que aunque exasperante, era cálido y delicado, disfrutable.
¿Qué si la amaba? Por supuesto, pero el modo en que lo hacia no le parecía correcto, mientras ella permanecía perenne en el tiempo, él se esfumaba cada día más, alejándose a la promesa de la luz, sumiéndose en la oscuridad por la trampa… si, lo sabía aunque se negaba a afrontar esa realidad que se presentaba intensamente en su mente, pero no en sus ojos vendados de donde la tela comenzaba a aflojarse ante el peso de las lagrimas acumuladas todos esos años; si, tenia el conocimiento de que jamás lograría alcanzarle en ese universo abstracto donde la que ya consideraba una diosa como aquellas que narraba la mitología griega y romana, perfecta e imperfecta, imperecedera, lo repetía porque no había más modos de definirle; dormía.
¿Qué si dolía? Si, lo justo y lo necesario, quizás un poco más, pero nunca una agonía le supo tan deliciosa, tan tentadora como aquella, llámesele –si se quiere- “masoquista”, era una etiqueta humana que bien podría quedarle a otro simple humano que contemplaba a la musa de sus sueños y como eso mismo, abarcaba fantasía y pesadilla, el bien y el mal en su sentido mas incierto, pero, pese a sus deseos por conocer más de eso, indefinible.
Sonrío mientras la miró caer en ese abismo, dorada y brutal en un agujero negro del cual no vería salida nunca más, pero… Si él caía, ¿podría ser la puerta que le guiara a la luz nuevamente? No lo creía, en si mismo sólo se albergaba oscuridad, por eso no sucumbió ante los celos hacia el agujero negro, sino más bien aceptó que su hermano hubo tenido más sentido de atracción que si mismo.
“En hora buena, mi gemelo” pero secretamente, si, lloró una vez más y sus lagrimas fueron como plata liquida que bañó la tierra desmerecedora del veneno que comenzaba a penetrar sus capas.
No había que más decir, pero ahí venía otra diosa dorada y la plata se convirtió en agua esperanzadora, no creía que su hermano volviese a ganarle, al menos eso suplicaba… no más perdición para sus astros amados y amantes.
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