martes, 26 de enero de 2010

Hurgando

Antes que nada agradecer (y presumir un poco ¿por qué no? xD ) a mi amigo que por estos lares se hace llamar "Infection" por el banner que me ha hecho, ahora puede presumir que le debo la firma (que me acabo de dar cuenta de que no he usado, pero que iré a corregir [me siento sorprendida, estoy siendo más despistada de lo usual /).-U]) y la cabecera del blog.
Bueno, después de estar un rato inactiva por acá, les quería contar que estoy asistiendo al XV Congreso Internacional de Filosofía de la que luego dejaré constancia por aquí sobre lo que aprendí (lo malo es que me falta mucho para entender absolutamente todo de lo que dicen en los simposios a los cuales he asistido). En fin, fuera de eso, prometí que subiría algo y como la inspiración no ha querido venir a visitarme, pues me puse a hurgar entre mis archivos y encontré este escrito que varía mucho de lo que hasta ahora he subido, pero que, en su momento, cuando se lo pase a algunos amigos, tuvo bastante aceptación. Espero que les guste.

Ahí estaba, contemplándole una vez mas en medio de aquella inmensidad que le tenia intranquilo, muy por el contrario de lo que ella solía causarle cuando estaba ahí, callada y eterna, memorable, adorada, perfecta en su imperfección, amante en su indiferencia, en su silencio que aunque exasperante, era cálido y delicado, disfrutable.

¿Qué si la amaba? Por supuesto, pero el modo en que lo hacia no le parecía correcto, mientras ella permanecía perenne en el tiempo, él se esfumaba cada día más, alejándose a la promesa de la luz, sumiéndose en la oscuridad por la trampa… si, lo sabía aunque se negaba a afrontar esa realidad que se presentaba intensamente en su mente, pero no en sus ojos vendados de donde la tela comenzaba  a aflojarse ante el peso de las lagrimas acumuladas todos esos años; si, tenia el conocimiento de que jamás lograría alcanzarle en ese universo abstracto donde la que ya consideraba una diosa como aquellas que narraba la mitología griega y romana, perfecta e imperfecta, imperecedera, lo repetía porque no había más modos de definirle; dormía.

¿Qué si dolía? Si, lo justo y lo necesario, quizás un poco más, pero nunca una agonía le supo tan deliciosa, tan tentadora como aquella, llámesele –si se quiere- “masoquista”, era una etiqueta humana que bien podría quedarle a otro simple humano que contemplaba a la musa de sus sueños y como eso mismo, abarcaba fantasía y pesadilla, el bien y el mal en su sentido mas incierto, pero, pese a sus deseos por conocer más de eso, indefinible.

Sonrío mientras la miró caer en ese abismo, dorada y brutal en un agujero negro del cual no vería salida nunca más, pero… Si él caía, ¿podría ser la puerta que le guiara a la luz nuevamente? No lo creía, en si mismo sólo se albergaba oscuridad, por eso no sucumbió ante los celos hacia el agujero negro, sino más bien aceptó que su hermano hubo tenido más sentido de atracción que si mismo.

“En hora buena, mi gemelo” pero secretamente, si, lloró una vez más y sus lagrimas fueron como plata liquida que bañó la tierra desmerecedora del veneno que comenzaba a penetrar sus capas.

No había que más decir, pero ahí venía otra diosa dorada y la plata se convirtió en agua esperanzadora, no creía que su hermano volviese a ganarle, al menos eso suplicaba… no más perdición para sus astros amados y amantes.

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